Te di palabras
húmedas de viento
para nombrarte sin decir tu nombre.
Fluvial murmullo que clama desde lejos,
allá donde el diluvio se dispersa,
fueron mis palabras.
Y te marchaste,
solo,
sin puerto en el ocaso,
señal anclada a la piedra
por siglos,
indeleble a la sal de las mareas.
No habrá lugar sobre la arena muerta
inmóvil al contacto de tu aliento,
ni orilla que no avise de tus pasos
cuando vienes en la espuma y te derramas.
Mas yo dormiré con mi nostalgia,
y será quien me despierte una gaviota
que gime recordando tu partida.