sábado, 28 de mayo de 2011

Tierra en que cayó la sangre...

Tierra en que cayó la sangre
devorada por los perros,
y un coágulo quedó ardiendo
para ungirse en mis deseos.

Tú, mi faraón perdido
en el éxtasis del fuego,
ahora habrás de escucharme
por mandato de mi ruego.

Aunque el pasado no exista
y te ligues al presente,
yo sé bien que no puedes
del recuerdo esconderte,

pues Dios sembrará semillas
florescentes en tu pecho,
y crecerán entre mis manos
como crece mi tormento.

Tal vez ya no pueda verte,
tal vez mi sangre no pueda
confundirse con la tuya
al instante en el que mueras;

tal vez moriré durmiendo
en tu breve pensamiento,
mas los lazos que nos unen
subirán al firmamento.