Algo de mí me ha abandonado,
algo de mí ha escapado lejos hacia
ninguna parte,
hacia ningún lugar de donde nada sé,
sino que no existe.
Algo de mí dejó de ser mío,
y sin embargo permanece
quizá en el mismo sitio,
quizá en el mismo aire,
desplazándose,
deambulando de un objeto a otro
como este diálogo plomizo entre el
silencio
y el tic-tac del reloj
o como el flujo descompuesto en que
emprendió la huída
cuando aparté el cerrojo de mis venas.